
Foto: captura de redes.
Portales de noticias, canales de televisión, autoridades y simples ciudadanos no dudaron en calificar como una "guerra" lo que ocurrió ayer en Río de Janeiro. Una acción de la policía fluminense contra la principal organización narcotraficante del estado, el Comando Vermelho (Comando Rojo), se convirtió en la más espectacular y letal en la historia de ese estado, dejó 64 muertos y 81 detenidos, imágenes hasta ahora impensables, un ambiente de pánico sin precedentes y una pelea política entre la derecha que gobierna en lo local y la izquierda que lo hace en lo federal con posible impacto en la relación con los Estados Unidos.

La Argentina del triunfante Javier Milei está en una fase muy particular de la relación con Donald Trump, una establecida por los dólares del Tesoro, el apoyo irrestricto de la Casa Blanca, una abierta intervención política y festejos en Buenos Aires y en Washington por el resonante triunfo de la extrema derecha en las elecciones legislativas del domingo.
"Fue una gran victoria. Quiero felicitar al vencedor, que fue un gran vencedor y contó con mucha ayuda de nuestra parte. Le di respaldo, un respaldo muy fuerte", dijo el republicano. Asimismo, respondió a quienes le reprochan preparar un paquete de rescate de 20.000 millones de dólares con fondos públicos y otro tanto con privados señalando que "ganamos mucho dinero gracias a esas elecciones porque los bonos subieron", añadió.
Sin embargo, Trump explicó que no es una diferencia financiera lo que lo mueve. Sin mencionar a China ni la carrera establecida con ese país por la influencia en la región, admitió que "estamos apoyando a muchos países de Sudamérica (…) y estamos consiguiendo un gran control en Sudamérica en muchos sentidos, incluyendo el hecho de que no queremos sus drogas", afirmó.
Por eso lo que pasó ayer en Río de Janeiro y está ocurriendo en otras partes del subcontinente hoy es lo importante.
El gobernador fluminense –tal el gentilicio del estado– Cláudio Castro ordenó un impresionante operativo contra el Comando Vermelho en dos grandes favelas de la zona norte de Río, los complejos de Alemão y Penha. Involucró en el mismo a 2.500 agentes de la policía estadual, lo que derivó en la muerte de 60 civiles –no se sabe exactamente cuántos de ellos son narcos– y cuatro efectivos, en el arresto de 81 sospechosos y en el decomiso de 75 fusiles, muy poca cosa ante el impresionante poder de fuego exhibido por los mafiosos, superior al de las fuerzas de seguridad.
Todas las cifras eran provisorias al cierre de este newsletter y organizaciones defensoras de los derechos humanos advertían sobre la posibilidad de que civiles inocentes figuraran entre las víctimas de la violencia descontrolada. Cómo despertará hoy la ciudad y otras zonas de Brasil donde el grupo narco influye es una incógnita.
Entre los detenidos figura un pez gordo: Thiago do Nascimento Mendes, alias Belão do Quintugo.

Este es la mano derecha de uno de los principales líderes del grupo mafioso, Edgard Alves de Andrade, conocido como Doca. Este último habría sido el objetivo principal de la acción.

Edgard Alves de Andrade, alias Doca, jefe del Comando Vermelho. (Foto: captura de redes).
Bajo fuego, el ejército de los narcotraficantes –que, además del mercado local de drogas controlan las prisiones del estado y se han ramificado en el Cono Sur– respondió con una verdadera ola de terror que derivó en bloqueos de autopistas, avenidas y calles en una amplia zona –incluidos sectores céntricos–, cierre de escuelas y empresas, balaceras, detonación de bombas y hasta la sorpresa de drones cargados de explosivos.
Tal fue el caos, que incluyó reportes de civiles heridos incluso dentro de gimnasios. Si bien el aeropuerto internacional de Galeão, ubicado en la zona norte de la ciudad, siguió operando, quedó aislado por los piquetes y las personas que llegaban a esa terminal prefirieron pasar horas allí por miedo a la violencia desbocada de las inmediaciones.
Las críticas sobre la mala preparación del operativo llovieron sobre el gobernador, quien se justificó señalando que actuó en función de una investigación judicial de un año y en cumplimiento de una orden que databa de dos meses. Más relevante, admitió que las fuerzas locales se vieron sobrepasadas y acusó al gobierno de Lula da Silva de haberle negado ayuda operativa tres veces, cosa que desmintió terminantemente el ministro Lewandowski.

Por su parte, Lula da Silva quedó bajo fuego de los referentes de la ultraderecha bolsonarista. El Gobierno federal convocó a una reunión de gabinete de emergencia para definir si autorizará el despliegue de militares y el Partido de los Trabajadores (PT) habló de "una operación desastrosa y mal planeada".
El tema quedó definitivamente politizado.

Foto: Marjoriê Cristine - Metrópoles.
Cláudio Castro es hombre del Partido Liberal (PL) de Jair Bolsonaro, quien cumple 27 años y tres meses de prisión tras haber sido condenado por golpismo por el Supremo Tribunal Federal. Ese proceso hizo que Trump estableciera en julio sanciones comerciales contra Brasil, así como la revocación del visado de ingreso y otras represalias contra el ministro de Justicia Ricardo Lewandowski y el juez del STF (corte suprema) Alexandre de Moraes, entre otras autoridades.
Brasil, un país celoso de su soberanía, sostuvo las decisiones de su Poder Judicial y a Trump no le quedó más remedio que tragarse el orgullo, volver sobre sus palabras, concertar el domingo una entrevista muy amable con Luiz Inácio Lula da Silva, elogiarlo vivamente y poner a equipos del Departamento de Estado a trabajar en el desmonte de aquellas sanciones.

¿Se mantendrá ahora el deshielo o la grieta, traducida en las relaciones hemisféricas de la era Trump en términos excluyentes de narcotráfico, meterá la cola, inducida por fuerzas locales?
"No queremos las drogas de Sudamérica", repite el jefe de la Casa Blanca, quien justifica en base a ese drama su decisión de militarizar el mar Caribe y la costa sudamericana del Pacífico norte para atacar lanchas que, se presume sin mayor comprobación, transportan droga y narcotraficantes.

Ayer nomás, Pete Hegseth, el secretario de Guerra –la ex cartera de Defensa rebautizada de modo transparente por Trump– informó sobre "tres ataques cinéticos letales contra cuatro embarcaciones operadas por organizaciones terroristas designadas (DTO) que traficaban con narcóticos en el Pacífico oriental". El saldo fue de 14 muertos.

Se trató del undécimo golpe de ese tipo, todos mortales, en momentos en que el dictador venezolano Nicolás Maduro y el presidente colombiano Gustavo Petro –vapuleado por Trump en los últimos días– denuncian que el narcotráfico es el pretexto para trasladar lo que por ahora ocurre en aguas internacionales a territorio de sus países con fines destituyentes.
El tema de la intervención militar estadounidense contra el narcotráfico está plenamente instalado en la política brasileña y el intercambio entre figuras centrales es tan tenso que se llena de gaffes.
Lula da Silva causó controversia el jueves durante su visita a Indonesia, que culminó ayer. Respecto de las acciones norteamericanas, declaró que "cuando hablamos de combatir las drogas, probablemente sería más fácil combatir a nuestros adictos internamente, los consumidores. Los consumidores son responsables de los narcotraficantes, quienes también son víctimas de los consumidores". El mensaje fue para Trump, pero la el uso de la palabra "víctimas" fue poco feliz.
Así lo entendió el presidente de Brasil, quien de inmediato reconoció haber realizado "un comentario fuera de lugar".

La aclaración no evitó que la oposición lo destrozara.
Lula da Silva dijo lo que dijo en reacción a un comentario del senador federal por Río de Janeiro Flávio Bolsonaro, hijo del expresidente. Este había posteado ese mismo día un mensaje del jefe del Pentágono con la imagen de un ataque estadounidense a una lancha presuntamente ligada al narcotráfico con un texto en inglés que también levantó polvareda. "¡Qué envidia! Escuché que hay barcos como ese aquí en Río de Janeiro, en la bahía de Guanabara, inundando Brasil con droga. ¿No te gustaría pasar unos meses aquí ayudándonos a luchar contra estas organizaciones terroristas?".

La izquierda denunció un intento bolsonarista de propiciar una intervención estadounidense, pero Bolsonaro hijo encontró desahogo en los sucesos de ayer.
"Un dron lanza bombas durante un operativo policial y una parte de la prensa permanece en silencio, como si fuera un día más de nuestras vidas. Pero, si yo propongo bombardear barcos del narcotráfico, la izquierda piensa que es un escándalo y los medios empiezan a informar sobre ello las 24 horas del día", escribió en X.
La nueva "guerra al narcotráfico" baja en el mapa sudamericano y, sobre todo tras lo ocurrido ayer, se anuncia como un tema central de la campaña para las elecciones presidenciales brasileñas que se llevarán a cabo dentro de un año.
Lula da Silva ya anunció que se presentará para un cuarto mandato y Bolsonaro está inhabilitado, pero las encuestas auguran un mano a mano parejo entre el izquierdista y algún delfín de la ultraderecha, quien, se descuenta, prometerá indultar al exmandatario a pesar de la opinión adversa a esa salida de la mayoría del Supremo.
Algo fuerte está ocurriendo justo frente a nuestros ojos.



